Mientras escribo esto me voy maravillando con el paisaje que me acompañará durante estos próximos 7 meses. Voy en el autobús. He salido a las 10.20 de Logroño (La Rioja) y son las 13.12 cuando estoy escribiendo esto, estamos entrando en Santander. Nunca he estado por aquí. Bueno, una vez al aeropuerto de Santander, pero ya ni lo recuerdo.
Llevo un buen cocktail de sensaciones: tengo ganas de ver el piso, emocionado por conocer una nueva ciudad, feliz por poder finalmente sentarme a preparar de forma intensiva el MIR y un poco nervioso porque realmente no se lo que me espera.
Sí que es verdad que tengo algún amigo que ya está allá y me dicen “ven con ganas” y también algún otro amigo que ya ha pasado por esto y me dicen “verás como al final no es para tanto”. Yo lo que he decidido es no guiarme por las sensaciones de otros.
Como cuando en la carrera me decían “ésta asignatura es la más difícil, horrible de aprobar” y a mi sin embargo me encantaba y sacaba buena nota.
Al final las emociones no son más que eso. Sentimientos objetivos frente a diferentes situaciones de la vida cotidiana.
Ya os iré contando qué tal va el MIR e iré compartiendo (siempre que pueda y tenga tiempo libre, algo que por lo que creo es muy escaso cuando opositas para el MIR) alguna que otra foto de cómo va mi vida por la nueva ciudad. 🙂