Es ya prácticamente la hora de irse a dormir. O la hora (mejor dicho) de yo (y la mayoría de los opositores) irme a dormir. Lo especifico porque más de la mitad de la gente que conozco están de vacaciones, viajes en lugares recónditos de éste bonito y azul planeta en el que habitamos. Y yo sin embargo mi ecosistema es una mezcla entre casa-biblioteca-cafetería-academia y las abarrotadas y de vez en cuando malolientes calles de Barcelona. Estoy cansado, sí, pero no en general, sino hoy. Son 11 horas aproximadas lo que dedico al día al estudio (estudio, test y clase) e intento estar lo más concentrado posible para sacarle el máximo rendimiento a los minutos invertidos en hacerme mejor opositor. Diría médico pero nos lo recuerdan constantemente: «El MIR es un examen de conocimientos teóricos, no se es mejor ni peor médico por sacar más o menos puntuación».
Total, que el otro día estaba un poco saturado (buenísima sesión de deporte el Domingo, y un día hiper intenso, quizá demasiado, ojo «cuidau» el Lunes que me dejó un poco seco para el Martes) y veía que como no descansara bien no iba a llegar a tener la semana productiva que estoy teniendo y que quería tener. Por lo que hice caso a mi cuerpo, y me marché de clase para descansar. Nada en especial: hacer la compra, limpiar mis aposentos, hablar por FaceTime con mi pareja… cosas cotidianas que te dan la vida cuando prácticamente no tienes tiempo libre.
¿Y sabéis qué? Fue la mejor decisión que pude tomar. Es necesario saber dosificarse (no por muchas horas meter más lejos vas a llegar) y saber escuchar a tu cuerpo.
De hecho, hice un pequeño vídeo hablando un poco más del tema. Os lo dejo aquí abajo.
Yo me despido, que mañana es Viernes (sí, ya se que esto lo he publicado un día más tarde, pero tampoco quería atosigaros con tantas palabras en tan poco tiempo) y es el último día de Pediatría y sinceramente estoy disfrutando como un «niño chico».